domingo, 25 de noviembre de 2012

BAZURA DE OCCIDENTE



El suburbio de Agbogbloshie, situado en la capital de Ghana, Accra, posee el honor de ser unos de los e-basureros más importantes del planeta, junto a otros como los encontrados en Nigeria, Costa de Marfil, Nigeria, India, Pakistán o China. En el caso del gigante asiático, la ciudad de Guiya se transformó en el mayor basural tecnológico del planeta: un lugar donde el 95% de los habitantes trabaja desarmando equipos electrónicos sin tomar las medidas preventivas necesarias para evitar daños a la salud. En India unas 25 mil personas trabajan en los tiraderos de Delhi, una ciudad que recibe cada año entre 10 y 20 mil toneladas de basura electrónica, de las cuales un 25% son ordenadores.




En estos años, el destino de la mayor parte de estos desechos era Asia, pero en estos momentos es en África Occidental donde se concentran la mayor parte de los residuos. La media estimada por Naciones Unidas de e-basura (ordenadores, móviles…) es de 20 a 50 millones de toneladas en nuestro tan bien amado mundo occidental. La UE pone su granito de arena con 6.6 millones de toneladas, una cantidad nada despreciable.







La emisión de basura electrónica a países en vías de desarrollo está prohibida por la Convención de Basilea aprobada en 1989, pero siempre existen grietas donde los ladrones extraen el jugo. Algunos países y regiones han desarrollado nuevas normativas para restringir el empleo de sustancias peligrosas en los nuevos productos electrónicos y regularizar la recogida de los residuos electrónicos. Sin embargo, estas normativas son insuficientes ya que excluyen numerosas sustancias peligrosas usadas en la electrónica y muchas son insuficientes para abordar todos los aspectos de la gestión de los residuos electrónicos. En Europa, la directiva de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE) y la directiva de Restricción de Sustancias Peligrosas en aparatos eléctricos y electrónicos, (RdSP), están destinadas a solventar los problemas de los residuos electrónicos, pero son aplicables sólo para la  UE y no abarcan el problema en su totalidad.


Con el garante de que son productos de segunda mano, las naciones más tecnificadas importan material electrónico obsoleto y roto en su mayoría (si no, quedan destrozados en su transporte o lugar de destino). Incluso en otras ocasiones, estos elementos de desecho vienen camuflados en grandes contenedores junto a  otros de nueva factura. Ethic Mike Anane es director de la Liga de periodistas medioambientales de Ghana. Lleva 8 años investigando el problema, afirmando que de una pequeña cantidad de e-basura se ha pasado en los últimos 6 años a un crecimiento desmesurado de containers. Sólo el 10% del material electrónico recibido está en condiciones de funcionamiento y se cataloga como  no chatarra. Sea como fuere, en el que caso de que estos elementos se reciclen, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que su reciclaje puede suponer “una seria amenaza para la salud humana y el medio ambiente”.



 Anane: “Nada cambia a pesar de las denuncias, los cargamentos ilegales siguen vertiéndose con consecuencias serias sobre la salud pública y con un impacto medioambiental muy grave”.


En este país africano, Greenpeace documentó la existencia de residuos electrónicos de marcas europeas, japonesas y estadounidenses. Las etiquetas revelaron que los equipos venían de organizaciones muy diversas, como por ejemplo la Guardia Real danesa y la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. El equipo de ecologistas comprobó cómo los contenedores de residuos electrónicos de Alemania, Corea, Suiza y Países Bajos se abrían en el puerto de Tema, el puerto más grande de Ghana. Los datos de los contenedores revelaron que todos los europeos habían sido enviados a través Amberes (Bélgica).



Cuando los barcos llegan al puerto de Tema, cada ordenador es comprado a uno o dos dólares, independientemente de si funciona o no. Las piezas que no son aptas son mandadas a dos centros de Accra, llamados de forma  apocalíptica Sodoma y Gomorra. Allí, miles de trabajadores descuartizan a golpe de martillo desde motores de grandes máquinas a ordenadores o impresoras, en busca de pequeñas piezas de metal que puedan vender. Sobre los techos de las barracas contiguas al basurero planea un humo negro, una nube densa y caliente que el viento arrastra al interior del barrio. La dirección del humo apunta a los lugares donde se queman las venas y las tripas de ordenadores, televisores y otros aparatos electrónicos en busca de metales como cobre y aluminio. Entre el humo se distinguen las siluetas de los trabajadores, menores de edad en su gran mayoría, que dirigen la combustión. Los niños usan imanes para recoger las pequeñas partículas de metal sobre un suelo negro lleno de cenizas. Conseguir los restos de metal sueltos tras la quema es la labor más baja en el proceso de reciclaje. Este trabajo se gratifica con tres cedis al día (alrededor de 1,5 euros).



El profesor Atiemo Sampson, investigador de la Comisión de Energía Atómica de Ghana y Ruediger Kuehr de la Universidad de las Naciones Unidas en Alemania advierten que la mayoría de los residuos electrónicos procedentes del extranjero se quemaron y destruyeron sin las medidas de seguridad adecuadas. Rashid no sabe nada de ordenadores y en su vida había visto uno antes de llegar al basurero. Pero lo que sí conoce bien es la quema de estos aparatos y ya se ha acostumbrado a inhalar el humo. “Para hacer el fuego utilizamos plásticos y esponjas sintéticas, y luego echamos los cables y las placas”. Rashid y los demás menores no conocen las repercusiones en su salud a largo plazo y trabajan a pelo. Nadie se ha acercado al basurero a explicarles los peligros de la labor que hacen. Él es uno de tantos jóvenes llegados a Accra, con el único sueño de conseguir una vida mejor, desde el norte de Ghana, una región sumida en conflictos tribales. Un día se subió a un autobús y viajó a la capital en busca del basurero. “Veníamos porque sabíamos que había trabajo. Al principio fue muy duro vivir aquí sin nada que hacer, hasta que encontré trabajo quemando carcasas de ordenadores”.



Todavía se encuentra en el escalafón más bajo de un trabajo muy jerarquizado en el que la experiencia familiar puede asegurar un puesto en algunos de los peldaños superiores de la cadena. El objetivo de trabajadores como Rashid es subir otro escalón y pasar a desmontar ordenadores a martillazos separando las piezas. Con ello conseguiría librarse del humo y del calor de los fuegos. Con suerte podría llegar a trabajar en las básculas, uno de los puestos más altos. Allí es donde se pesan los metales y hay más posibilidades de negocio.

Las pruebas realizadas en una escuela cercana, revelaron una contaminación por plomo, cadmio y otros contaminantes perjudiciales para la salud de más de 50 veces por encima de los niveles libres de riesgo. De hecho, estos pequeños trabajadores absorben diariamente más de 60 sustancias tóxicas para sus pulmones. Los resultados del estudio muestran claramente la necesidad de que los fabricantes de productos electrónicos eliminen las sustancias peligrosas de éstos y de que se hagan responsables durante todo el ciclo de vida de sus productos.










Anane: “la basura electrónica tiene implicaciones en la salud pública  y un severo impacto medioambiental. Las lagunas y los ríos próximos al vertedero están muertos y ya no contienen peces”.



En definitiva, los trabajadores que reciclan basura electrónica en Ghana están de acuerdo en que este negocio es bueno para el país. Sin embargo, John Pwamang, funcionario del Ministerio del Medio Ambiente, no duda en llamar a la responsabilidad de los países donantes: “No tenemos los medios suficientes para reciclar y eliminar de manera segura las sustancias contaminantes que genera la basura electrónica, contaminando nuestro medio y a miles de personas. Está muy bien que envíen ordenadores de segunda mano, pero también necesitamos que funcionen”. Al respecto, los ordenadores usados importados que más se aprecian por esos lares son los provenientes de Alemania, por sus cuidadas leyes respecto a los productos de segunda mano y evidentemente por su estado de conservación. Los traídos del Reino Unido dejan mucho que desear.











Anane: “Los países desarrollados tienen que poner en marcha urgentemente medidas rigurosas de control de estos cargamentos ilegales y vertidos en Ghana y en otros países en desarrollo.”





Uno de los elementos indispensables para entender esta situación es lo que se ha dado a llamar la obsolescencia programada, es decir, la aplicación por norma de un determinado periodo de vida para todos los aparatos electrónicos. Julio Barea, responsable de la Campaña de Contaminación de Greenpeace afirma al respecto; “Es necesario que se tomen medidas de verdad. Hay que hacer una reflexión en torno a los productos programados para durar poco. No podemos seguir así. El pasado 19 de abril España llegó a déficit ecológico. Es decir, hemos gastado ya todos los recursos que somos capaces de producir en un año en tan sólo cuatro meses”.


Por último, destacar un hecho que  como viene siendo habitual en la carrera humana, se repite. Aun a sabiendas de que muchos de los componentes metalúrgicos y minerales que se destruyen quemados en estos basureros van a ser necesarios en el futuro, la necedad humana, ignorancia, egoísmo e hipocresía se suben a lomos de la destrucción…hagan apuestas señores… ¿por qué motivo/s desaparecerá el ser humano?






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