El suburbio de Agbogbloshie, situado en la capital de Ghana,
Accra, posee el honor de ser unos de
los e-basureros más importantes del
planeta, junto a otros como los encontrados en Nigeria, Costa de Marfil,
Nigeria, India, Pakistán o China. En el caso del gigante asiático, la ciudad de
Guiya se transformó en el mayor basural
tecnológico del planeta: un lugar donde el 95% de los habitantes trabaja
desarmando equipos electrónicos sin tomar las medidas preventivas necesarias
para evitar daños a la salud. En India unas 25 mil personas trabajan en los
tiraderos de Delhi, una ciudad que recibe cada año entre 10 y 20 mil toneladas
de basura electrónica, de las cuales un 25% son ordenadores.
En estos años, el destino de la mayor parte de estos desechos
era Asia, pero en estos momentos es en África Occidental donde se concentran la
mayor parte de los residuos. La media estimada por Naciones Unidas de e-basura (ordenadores, móviles…) es de
20 a 50 millones de toneladas en nuestro tan bien amado mundo occidental. La UE
pone su granito de arena con 6.6 millones de toneladas, una cantidad nada
despreciable.
La emisión de basura electrónica a países en vías de
desarrollo está prohibida por la Convención
de Basilea aprobada en 1989, pero siempre existen grietas donde los
ladrones extraen el jugo. Algunos países y regiones han desarrollado nuevas
normativas para restringir el empleo de sustancias peligrosas en los nuevos
productos electrónicos y regularizar la recogida de los residuos electrónicos.
Sin embargo, estas normativas
son insuficientes ya que excluyen numerosas sustancias peligrosas usadas
en la electrónica y muchas son insuficientes para abordar todos los aspectos de
la gestión de los residuos electrónicos. En Europa, la directiva de Residuos de
Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE) y la directiva de Restricción de
Sustancias Peligrosas en aparatos eléctricos y electrónicos, (RdSP), están
destinadas a solventar los problemas de los residuos electrónicos, pero son
aplicables sólo para la UE y no abarcan el problema en su totalidad.
Con el garante de que son productos de segunda mano, las
naciones más tecnificadas importan material electrónico obsoleto y roto en su
mayoría (si no, quedan destrozados en su transporte o lugar de destino).
Incluso en otras ocasiones, estos elementos de desecho vienen camuflados en
grandes contenedores junto a otros de
nueva factura. Ethic Mike Anane es director de la Liga de periodistas
medioambientales de Ghana. Lleva 8 años investigando el problema, afirmando que
de una pequeña cantidad de e-basura se ha pasado en los últimos 6 años a un
crecimiento desmesurado de containers.
Sólo el 10% del material electrónico recibido está en condiciones de funcionamiento
y se cataloga como no chatarra. Sea como fuere, en el que caso de que estos elementos se
reciclen, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que su reciclaje
puede suponer “una seria amenaza para la
salud humana y el medio ambiente”.
Anane: “Nada cambia a pesar de las denuncias, los cargamentos
ilegales siguen vertiéndose con consecuencias serias sobre la salud pública
y con un impacto medioambiental muy grave”.
En este país africano, Greenpeace
documentó la existencia de residuos electrónicos de marcas europeas, japonesas
y estadounidenses. Las etiquetas revelaron que los equipos venían de
organizaciones muy diversas, como por ejemplo la Guardia Real danesa y la
Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. El equipo de ecologistas comprobó cómo los contenedores de residuos
electrónicos de Alemania, Corea, Suiza y Países Bajos se abrían en el puerto de
Tema, el puerto más grande de Ghana. Los datos de los contenedores
revelaron que todos los europeos habían sido enviados a través Amberes
(Bélgica).
Cuando los barcos llegan al puerto de Tema, cada ordenador
es comprado a uno o dos dólares, independientemente de si funciona o no. Las
piezas que no son aptas son mandadas a dos centros de Accra, llamados de
forma apocalíptica Sodoma y Gomorra. Allí,
miles de trabajadores descuartizan a golpe de martillo desde motores de grandes
máquinas a ordenadores o impresoras, en busca de pequeñas piezas de metal que
puedan vender. Sobre los techos de las barracas contiguas al basurero planea un
humo negro, una nube densa y caliente que el viento arrastra al interior del
barrio. La dirección del humo apunta a los lugares donde se queman las venas y
las tripas de ordenadores, televisores y otros aparatos electrónicos en busca
de metales como cobre y aluminio. Entre el humo se distinguen las siluetas de
los trabajadores, menores de edad en su gran mayoría, que dirigen la
combustión. Los niños usan imanes para recoger las pequeñas partículas de metal
sobre un suelo negro lleno de cenizas. Conseguir los restos de metal sueltos
tras la quema es la labor más baja en el proceso de reciclaje. Este trabajo se
gratifica con tres cedis al día (alrededor de 1,5 euros).
El profesor Atiemo
Sampson, investigador de la Comisión de Energía Atómica de Ghana y Ruediger Kuehr de la Universidad de
las Naciones Unidas en Alemania advierten que la mayoría de los residuos
electrónicos procedentes del extranjero se
quemaron y destruyeron sin las medidas de seguridad adecuadas. Rashid no
sabe nada de ordenadores y en su vida había visto uno antes de llegar al
basurero. Pero lo que sí conoce bien es la quema de estos aparatos y ya se ha
acostumbrado a inhalar el humo. “Para hacer el fuego utilizamos plásticos y
esponjas sintéticas, y luego echamos los cables y las placas”. Rashid y los
demás menores no conocen las repercusiones en su salud a largo plazo y trabajan
a pelo. Nadie se ha acercado al basurero a explicarles los peligros de la labor
que hacen. Él es uno de tantos jóvenes llegados a Accra, con el único sueño de
conseguir una vida mejor, desde el norte de Ghana, una región sumida en
conflictos tribales. Un día se subió a un autobús y viajó a la capital en busca
del basurero. “Veníamos porque sabíamos que había trabajo. Al principio fue
muy duro vivir aquí sin nada que hacer, hasta que encontré trabajo quemando
carcasas de ordenadores”.
Todavía se encuentra en el escalafón más bajo de un trabajo
muy jerarquizado en el que la experiencia familiar puede asegurar un puesto en
algunos de los peldaños superiores de la cadena. El objetivo de trabajadores
como Rashid es subir otro escalón y pasar a desmontar ordenadores a martillazos
separando las piezas. Con ello conseguiría librarse del humo y del calor de los
fuegos. Con suerte podría llegar a trabajar en las básculas, uno de los puestos
más altos. Allí es donde se pesan los metales y hay más posibilidades de
negocio.
Las pruebas realizadas en una escuela cercana, revelaron una
contaminación por plomo, cadmio y otros contaminantes perjudiciales para la
salud de más de 50 veces por encima de los niveles libres de riesgo. De hecho,
estos pequeños trabajadores absorben diariamente más de 60 sustancias tóxicas
para sus pulmones. Los resultados del estudio muestran claramente la necesidad de que los fabricantes de productos
electrónicos eliminen las sustancias peligrosas de éstos y de que se
hagan responsables durante todo el
ciclo de vida de sus productos.
Anane: “la basura electrónica tiene implicaciones en la salud
pública y un severo impacto medioambiental. Las lagunas y los ríos
próximos al vertedero están muertos y ya no contienen peces”.
En definitiva, los trabajadores que reciclan basura
electrónica en Ghana están de acuerdo en que este negocio es bueno para el
país. Sin embargo, John Pwamang, funcionario del Ministerio del Medio Ambiente,
no duda en llamar a la responsabilidad de los países donantes: “No tenemos los medios suficientes para
reciclar y eliminar de manera segura las sustancias contaminantes que genera la
basura electrónica, contaminando nuestro medio y a miles de personas. Está muy
bien que envíen ordenadores de segunda mano, pero también necesitamos que
funcionen”. Al respecto, los ordenadores usados importados que más se
aprecian por esos lares son los provenientes de Alemania, por sus cuidadas
leyes respecto a los productos de segunda mano y evidentemente por su estado de
conservación. Los traídos del Reino Unido dejan mucho que desear.
Anane: “Los
países desarrollados tienen que poner en marcha urgentemente medidas
rigurosas de control de estos cargamentos ilegales y vertidos en Ghana y en
otros países en desarrollo.”
Uno de los elementos indispensables para entender esta
situación es lo que se ha dado a llamar la obsolescencia
programada, es decir, la aplicación por norma de un determinado periodo de
vida para todos los aparatos electrónicos. Julio Barea, responsable de la
Campaña de Contaminación de Greenpeace afirma
al respecto; “Es necesario que se tomen
medidas de verdad. Hay que hacer una reflexión en torno a los productos
programados para durar poco. No podemos seguir así. El pasado 19 de abril España llegó a déficit ecológico. Es decir,
hemos gastado ya todos los recursos que somos capaces de producir en un año en
tan sólo cuatro meses”.
Por último, destacar un hecho que como viene siendo habitual en la carrera
humana, se repite. Aun a sabiendas de que muchos de los componentes metalúrgicos
y minerales que se destruyen quemados en estos basureros van a ser necesarios
en el futuro, la necedad humana, ignorancia, egoísmo e hipocresía se suben a
lomos de la destrucción…hagan apuestas señores… ¿por qué motivo/s desaparecerá
el ser humano?